La navidad y el consumo

No compro joyas, no me gustan la moda más allá de lo razonable, no me gustan los coches caros (me encantan, pero no me gusta comprarlos), no me gusta gastar en pintura, objetos decorativos, azulejos de diseño o forja artesana. Aprecio la comodidad y el bienestar, e invierto en ello lo que entiendo que es razonable. Si me comparo con una persona cuyos ingresos no superan los 200 euros al mes, pertenezco a una clase privilegiada y tengo una vida de lujo. Si me comparo con alguien que ingresa 10.000 euros al mes, soy un ser mediocre de perfil económico bajo con gastos básicos.

Creo que pertenezco a la clase media, burguesa; pero mi nivel de gasto no se corresponde con mi posición social. Si de mis inversiones dependiese, habría desaparecido ya el mundo de las joyas, de la alta costura, de los relojes y coches de alta gama. La ambición y la vanidad del ser humano se expresan como nada en estos sectores económicos. Ninguno de estos productos se compra para disfrute personal solamente; necesitan ser exhibidos. Gran parte de la satisfacción personal que supone conducir un Ferrari, proviene del hecho de que los demás lo sepan y te admiren. Siento que es un insulto al ser humano en su conjunto que alguien invierta en un coche 150.000 euros cuando los hay estupendos por 30.000. Es una ofensa a la dignidad de las personas que alguien pueda ingresar 12 millones de euros al año siendo profesional de un deporte popular como el fútbol, sostenido gracias precisamente a la pasión que provoca en millones de personas normales de todo el mundo.

Todo esto se diluye entre la moral confusa y frágil de la clase media, que mientras sea media, no se rebela contra la injusticia antes descrita. Al contrario, idolatra a los que ejercen de ricos, venera a quien conduce un gran coche o cuelga de su mano un bolso de 3.000 euros. Pero cuando es cada vez menos media, y tiende a la baja, esta parte de la sociedad no soporta la desigualdad con la misma resignación, verdad?

Alguien se sorprende del avance de Podemos?

¿Por qué?¿

  • ¿Por qué cuando un candidato de un partido es elegido presidente del gobierno no se dedica, desde ese momento, a ser sólo presidente de todos los españoles, y sin embargo, continúa haciendo actos y mítines donde de pronto deja de ser presidente de todos los españoles para ser sólo presidente de los suyos? Prohibido confundir a la sociedad con papeles incompatibles. Esta prohibición también incumbe a los ministros.
  • ¿Por qué los ministros tienen que aparecer en los palcos de los estadios de fútbol? ¿Por qué tienen que decirle a los ciudadanos, con su actitud, mira qué privilegios tiene ser ministro, que puedo venir al palco del Bernabéu, tan ricamente, y tú no? Prohibido ir a eventos deportivos privados con beneficio descarado por su cargo. En todo caso, sólo a los de las selecciones españolas y sólo el ministro de deportes, presidente y directores generales del ramo.
  • ¿Por qué el BCE presta dinero (público) a los bancos privados para que estos a su vez lo usen en sus actividades empresariales (dinero privado)? ¿Por qué no lo prestan directamente a los ciudadanos?
  • ¿Por qué hemos permitido, en aras de «menores costes» o de globalizaciones idiotas, que desaparezcan oficios que hacían mejor al ser humano, como zapatero remendón, relojero   o costurera?
  • ¿Por qué todos los días tiene que salir un representante de PP PSOE a decir algo en televisión? ¿Y por qué los fines de semana? ¿No tienen familias a las que atender? ¿Por qué no dejan a la política descansar el fin de semana y así descansa también el ciudadano?
  • ¿Por qué nos hablan de competitividad en el trabajo, cuando lo que realmente nos quieren decir es que trabajemos más por menos, para que las empresas puedan tener beneficios que al final benefician sólo a los accionistas, es decir a los que tienen dinero?
  • ¿Por qué un policía que trabaja con caballo tiene una lesión en un pie, que no le impide andar, se tira de baja 1 año, en lugar de sustituir su actividad por otra, por ejemplo, como administrativo? Y lo mismo ocurre con un profesor con un problema en la voz; ¿por qué no hace labores de biblioteca si no puede trabajar en el aula?
  • ¿Por qué un señor puede cobrar 10/100/1000 veces más que yo? Ningún mercado puede decir que un señor vale tanto más que yo. Si su trabajo genera riqueza para la sociedad, que cobre más, pero no tanto más. ¿Cómo pueden permitir nuestras reglas de convivencia que alguien acumule tanta riqueza como millones de personas?

 

Siempre Nadal

Josep Perlas y Carlos Moyá escriben su opinión hoy en El Mundo y en El País sobre el partido de ayer. En mi trabajo, hablamos también sobre el encuentro. Y no nos ponemos de acuerdo sobre el análisis del partido. Sí sobre lo soberbio que fue, y sobre la grandeza de Nadal y la calidad de Novack, pero no sobre el análisis fino de lo que pasó. J. Perlas habla de un puesta en escena agresiva de Nadal que luego se diluyó. Moyá dice que «brilló la derecha paralela» de Nadal, que lo descolocó en diferentes situaciones y que «vimos a un Nadal más agresivo». Difícil ponerse de acuerdo. Sí coinciden todos en que Nole restó muy bien, buscando los pies de Nadal en su penoso segundo saque. Y que Nadal sacó mejor que en otros partidos. También ocurrió, como en otras finales, que Nadal jugó mejor cuando peor iba en el marcador; otra vez no supo ganar un partido pese a ganar el primer set, y no supo gestionar su ventaja de 4-2 en el último set, que con el cansancio mental de ambos, debió haber sido la puntilla para el serbio. Y la explicación a esta situación inusual es el factor mental.

Luego, creo que durante muchos momentos de los tres primeros sets, Nadal jugó a devolver bolas, sin arriesgar, cediendo a Djokovich el mando en los puntos. Lo que ocurría siempre lo decidía el serbio: él fallaba, y él hacía los golpes ganadores; o fallaba Nadal. En esto, el partido se pareció mucho a otras finales. La diferencia fue que Nole no está tan preciso como en los otros partidos en los que ninguneó a Nadal. No sabemos qué pasará cuando alcance su mejor estado de forma. A lo mejor para entonces Nadal saca con su segundo mejor, y decide devolver ante el segundo de Novak más cerca de la línea de fondo, para llevar la iniciativa del punto. Esperamos ansiosos.

La rendición ha llegado: Nadal sucumbe de nuevo ante Djokovic

Quizá sea el momento de admitir que Djokovic es hoy por hoy un tenista inabordable y que Nadal es un magnífico nº 2, que si no es por este tenista que surgió irreconocible durante el año 2011, llevaría ya tres GS más, lo que añadidos a sus 10 lo convertirían en historia viva. Djokovic podría haberse quedado en una promesa tipo Murray, y poco más. Pero ha mutado en un tenista irrepetible, sin comparación en la historia del tenis, porque tiene unas piernas no naturales, una técnica depuradísima y estéticamente maravillosa, un saque efectivo, un drive de la muerte y, a día de hoy, una cabeza de ingeniero del tenis que se congela a -10 grados centígrados cuando el ambiente se pone tenso. Imposible ganarle. Los números, además, salvo los sets, hablan de igualdad; sólo hay dos datos desequilibrados: Djokovic fue más efectivo en el saque (un 10% más de primeros servicios), un poco más rentable en sus juegos al resto (ganó un 10% de sus juegos al resto más que Nadal). Luego, los winners se compensan con los errores no forzados: fue mejor allí Djokovic y mejor  en esto último Nadal. El partido fue enorme por momentos, muy disputado desde el primer juego y de fuegos artificiales en algunos lances. Cuando llevábamos 11 juegos, el tiempo consumido era una hora 45 minutos y la tensión para los jugadores y para el espectador, enormes: cuando acabó el tercer juego del segundo set, de 16 minutos de duración, parecía el final del partido, tal fue el juego, el punto final y el mazazo para Nadal a la vez que el subidón que experimentó Djokovic. Pero aún estuvieron unas de dos horas más.

Nadal es un toro que no entiende de humillaciones ni de hincamientos de rodilla. Por eso el partido duró tanto y pareció tan competitivo. Pero en el fondo, el serbio mandó siempre, su actitud decidida no tuvo sombras, durante todo el partido pareció saber qué iba a ocurrir, porque el encuentro se pareció mucho a otras finales perdidas. Cedió juegos para recuperarlos enseguida, ganó los dos primeros sets a pesar del duro combate, se le fue el tercero porque ya se sabe lo que ocurre en un desempate, y ganó el cuarto cuando decidió que ya no habría más partido. La voracidad y la ansiedad de Nadal hicieron de un partido desigual un grandioso combate de tenis, pero el resultado final no anuncia tablas, sino dominio.

Así se vio al comienzo: Nadal comienza con un tenis pausado, y gana su primer juego al servicio con cierta dificultad. Luego pasa a un tenis más agresivo, y rompe el servicio de Djokovic. Aquí despierta el serbio y nacen las primeras dudas de Nadal, que se traducen en una actitud más conservadora, paso atrás en la línea de fondo, cinco primeros saques que no entran y las primeras bolas blandas y al medio que Djokovic ataca a placer, a derecha e izquierda, sin compasión y, lo que era peor, sin fallos. Resultado: seis juegos seguidos y primer set, además de un Nadal enfadado sin razón con el árbitro. El español decide entonces pasar al plan B, que debió ser el A, y aumenta la velocidad de los hechos y alarga la trayectoria de la bola. Gana así los dos primeros juegos y llega el tercero; idéntico escenario que en el primer set, y si allí perdió el 15% del partido (un 3-0 hubiera incomodado al serbio) aquí perdió el resto, porque el juego fue un espectáculo de sufrimiento, tensión, sudor y tenis, pero también una agonía para el que sacaba, porque el serbio tuvo 5 bolas de break, incapaz como era Nadal de sacar con decisión y eficacia, tragándose unos restos de Nole que le botaban en la punta de la zapatilla. Y encima lo perdió en un punto histórico, tras fallar un fácil smash que hubiera hecho estallar de júbilo al público presente. Aquí se fue el partido. Nadal decidió prolongarlo algo más, a la espera de algún desfallecimiento de un jugador que lleva 64 partidos y que algún día deberá cansarse. No ocurrió, por mucho que al final del increíble tercer set pidiera la presencia del fisio. El último set demostró la diferencia de tenis que había en el partido.

Nadal ha jugado un torneo extraordinario, pero ante Djokovic se bloqueó una vez más: no sacó bien, no fue agresivo en el primer set, que es cuando se muestra la tarjeta de presentación, y no supo contrarrestar los endemoniados restos de Nole, que parecieron golpes ganadores. Nadal busca cómo ganar a este jugador, y creo que la respuesta no es tenística sino mental. Lo único que yo corregiría es algo llamativo: ¿Por qué Nadal resta el segundo saque de Djokovic más lejos que el primero? Es algo irrelevante, pero es una metáfora de lo que ocurre entre los dos: Nadal tiende a protegerse contra Djokovic, no va a por él.

Reflexión sobre política territorial

Leyendo un libro sobre la guerra civil española, pienso que han pasado sólo unos 70 años desde los hechos. Fue casi ayer cuando los políticos y militares metidos a políticos decidieron echarnos a pelear en defensa de la república y contra ella. Qué difícil se me hace imaginar que yo pueda pegar un tiro en defensa de la república o de cualquier otra gaita ideológica (ya sé que las cosas no son tan simples). Hoy día, cuando veo la actitud de algunos políticos, tengo la sensación de que les falta un paso para echarnos a pelear otra vez en defensa de otros ideales: estatutos, soberanía popular, identidad de un pueblo y otras zarandajas. Siento que los políticos diseñan e inventan problemas donde no los hay para servir a sus deseos e intereses. En Cataluña no había un problema con su identidad o con su sentimiento de pueblo diferente. Pero los políticos lo han creado; esos políticos enfermos de poder y podridos de ambición, no pararán. La violencia de sus actos y palabras, aunque civilizada, es fundamentalista y extremista: no saben moverse en los medios de las cosas. Me los imagino, en casa, regañando a un hijo despistado, porque diga buenos días en castellano en lugar de en catalán.

Por la calma de todos: arbitren mecanismos e instrumentos que nos protejan de estos políticos. Por ejemplo: no pueden enarbolar como texto sagrado un estatut que sólo apoyó el 50% de los posibles votantes. Ése no es un texto para todos los catalanes. Por ejemplo: permitan la celebración de referéndums “por salud pública”, para comprobar la opinión de la sociedad sobre hechos relevantes, como una Cataluña independiente, para que no nos cansen con la hipótesis de que el pueblo catalán quiere ser soberano, cuando lo que parece es que el pueblo catalán, como el español, lo que quiere es que esa minoría política ruidosa los deje en paz.

Me da la impresión de que el político-servidor de Estado está desapareciendo. Nos encaminamos hacia un modelo político a la italiana: el político hace como que trabaja para el ciudadano para luego dedicarse a sus asuntos de poder. España, como democracia joven, perdió su oportunidad de ser mejor que otros; hemos cometido los mismos errores, y no hemos copiado los aciertos de democracias de calidad. Será esto lo que nos merecemos.

Las entrañas de la derrota

Nadal nos conmueve porque a pesar de ser un as en su deporte, lo vemos humano, vencible, sufridor y frágil. Ya ocurrió en su paréntesis emocional del 2009 y ocurre ahora con la tormenta de Djokovich.

Nadal no hizo bien el domingo lo que mejor sabe hacer: su fuerza mental en los momentos clave en los que otros dimiten. Ahí lo vimos humano. Cuando todos empujábamos desde la silla para ganar esos puntos (5-4 primer set, 30-0) nos encontramos con un tenista mediocre superado por la tensión. Sentimos compasión hacia él. ¡Qué grande es y qué  pequeño! ¡Cómo devoró a Federer en situaciones similares y cómo se dejó engullir el domingo! Y es que, como cualquiera de nosotros, no puede evitar que la figura del serbio se haga presente e inmensa justo en esos momentos. La cara de Nole, tras la red, con los ojos abiertos y fijos en la pelota, pendiente del resto como si la vida le fuera en ello, lleva un extra: «voy a poder contigo como ya lo he hecho en cuatro finales este año. Ni tu fuerza, ni tu experiencia, ni tu tesón te van a librar de mi tenis». Y Nadal sucumbió. De no haberlo hecho, el brillo de su figura como tenista sería aún mayor.

En sus palabras tras el partido, el español habló en esta línea para explicar su derrota. Con franqueza dijo que no se había obsesionado con las derrotas precedentes, pero que sin duda éstas aparecieron en algún momento del partido. No debe amilanarse por ello. Le ha pasado justo al revés a Federer. El más grande de la historia de este deporte se atascó con Nadal cuando éste empezó a ser mejor tenista más allá de la arcilla. Sus lágrimas de frustración tras la derrota en la final de Australia de 2009, indicaban que su rivalidad con Nadal estaba desequilibrándose en una dirección, agrandando la figura del balear, haciendo cada vez más pequeña la del suizo. Cada vez más confiado y seguro el primero, cada vez más dubitativo  y blando, el segundo. Y como el tenis es un estado de ánimo, cada partido entre ambos era una radiografía de sus emociones. Nadal, ilusionado, sólido, rayando la perfección y la madurez; Federer, mascullando su final, con un tenis barnizado por su exquisita calidad, pero a veces cansado, sin propuestas alternativas ante retos contemporáneos. Desde entonces, con Nadal mermado mentalmente, Federer  ganó Roland Garrós y Wimbledon ese año, y Australia y la Master Cup al siguiente, disfrutando de las finales en las que no se encontraba al español, sólo superándole claramente en las postrimerías del año 2010, con un Nadal cansado después de un curso antológico, en la Copa Masters de Londres.

Como el deporte es justo, exigente, siempre con una sorpresa esperando tras cada victoria, ahora Nadal tendrá que hacer un intenso y sano trabajo psicológico, no tenístico. Porque si Djokovich sigue jugando así, mejor sentarse y esperar a que se le pase. Pero si duda, habrá que estar preparado para hurgar en esa duda. El serbio mostrará signos de fatiga en algún momento, porque el curso es duro y él llegó a todas las finales y las ganó, con el desgaste que ello supone. Pero entonces, Nadal deberá estar preparado para ser valiente, sin sombras en su juego, para hacer que el tenis de Nole tiemble cuando los partidos se llevan a los rincones, cuando los juegos se empantanan y los puntos clave aparecen sin avisar. Ahí estaremos todos esperando, ilusionados.

Nadal cae ante su fantasma

Nadal  está en todas las finales de este año: qué grande. Pero su oponente siempre es el mismo (salvo en Roland Garrós, Montecarlo y Barcelona) y cuando se lo encuentra delante, acaba siendo derrotado. Esa visión persistente del contrario debe convertirse en una imagen fija en su cerebro, muy clara, difícil de espantar. Y llegará  a su mano cuando deba ejecutar algunos puntos de su partido. La clave de esta final de Wimbledon es que Djokovich, que  no duda nunca,  tampoco lo hizo hoy con Nadal. Sabe que va a ganar, porque ve a su contrario hacer todo, probar diversas opciones, y el punto (sobre todo los claves) siempre cae de su lado. Lo peor de todo para Nadal, es que Nole lo ha copiado, le está ganando con la mejor versión de Nadal. Nadal contra Nadal y gana Djokovich.

Nadal  muta en cada superficie buscando lo mejor de sí mismo. Y lo encuentra. Ha jugado Wimbledon como si este torneo fuera un deporte y Roland Garrós otro, con apenas tres semanas de distancia. En París jugó como siempre, con largos puntos, agotando al contrario y picando con crueldad donde encuentra su fragilidad, enfangado en el polvo de ladrillo como un albañil en plena faena; en Londres desboca su tenis, lo hace más agresivo e imprevisible, sube a la red con valentía, se pasea por el césped como un señor vestido de blanco en una tarde de domingo. Y así empezó la final: muy agresivo, soltando su derecha con acierto, con buen servicio, ganando sus juegos con facilidad y presentando cierta oposición cuando su contrario sacaba. Sólo dos cosas no cuadraban: más errores no forzados que su rival (no demasiados) y una mirada de honda concentración de Nole, que reflejaba nervios y momento único. De pronto, aparece el escenario en el que ha crecido este enorme tenista que es Djokovich: Golpea todo desde todos los ángulos, corre, apoya y dispara, corta bolas, esmacha bien, dibuja golpes de fantasía; e invita a Nadal a su espectáculo, quien lejos de estorbarle, incluso le ayuda llevando siempre la bola hasta su posición sin provocar en Nole corrección alguna de sus pies, con lo que la perfección de su tenis aumenta hasta hacerse inalcanzable. Así consiguió romper el saque de Nadal en el décimo juego (6-4, con dos segundos saques de nadal en los puntos decisivos y una última bola que Nadal se juega y que se queda en la red) y así creó un segundo set maravilloso, pleno de aciertos, con lección de tenis incluida, corriendo como Nadal, sacando con estilo, variación y colocación, con alguna volea estilo Federer, con la derecha de Soderling… El tenista perfecto. La tormenta que cayó sobre Nadal, ahogado ante el tenis que derramó el serbio en la central del All England Club.

En el tercero, Djokovich descansó y se preparó para la ansiedad que vendría, sabedor de que ya había ganado la final, pero sólo faltaba reganarla eso que es tan difícil y que sólo está al alcance de unos pocos. Dio un paso atrás en la intensidad de su tenis, Nadal ocupó entonces ese espacio, físico y mental, y creyó en sus posibilidades después de devolver el 6-1 del segundo set. El cuarto empezó bien, pero cuando le tocó apretar a Nole, para hacerle dudar, cedió su juego (2-0). Para gozo del público londinense que tanto lo idolotra, igualó a 3. Pero ahí se quedó. Obligado a apretar, acelerando siempre la pelota, con el riesgo pegado a su empuñadura, sin el recurso del peloteo que siempre caía del lado de Nole y fallando ahora primeros servicios, Djokovich dejó que Nadal perdiera el partido, primero arrebatándole el servicio en el 8º (4-3) y luego sirviendo con precaución y finura, dejando fluir sus nervios, permitiendo los errores de ansiedad de su rival.

No habrá explicación para la derrota en las estadísticas: hasta sacan igual en velocidad y en acierto, 15 errores no forzados de Rafa por 12 de Nole, 21 golpes ganadores de Rafa por 27 de Nole. No es aquí donde está el problema. Rafa no gana porque hay alguien que es mejor; y lo único que lo hará menos bueno es que dude, ya se sabe. Y Rafa no lo hace dudar. Rafa hace a Djokovich más grande, más perfecto, más completo, porque Rafa es muy bueno, pero Nole le gana con calma, sin violentarse, sin épicas, con tenis, con pies, con golpes sutiles y otros virulentos, sacando con estilo e imaginación, volando por la pista, desplazándose en el fondo con fuerza y agilidad. Cuando Nole vuelva a la normalidad, veremos partidos igualados; hasta entonces, disfrutemos de lo que Rafa nos regala cada vez que empieza un torneo.

Final de Roland Garrós: el tenis más bello.

Cuanto más le exigió el partido, mejor jugó Nadal. Cuanto más presionado se sintió, peor jugó Federer. El análisis de las respuestas de ambos ante la misma situación, nos lleva a una conclusión irrenunciable: Federer se atasca con Nadal. Bien sea por su manera de jugar, por sus persistencia, porque hay que agotarle para que humille,… Nadal representa el antídoto al juego del suizo. Con esta afirmación basta para medir al jugador español, porque Federer es, hasta la fecha, el mejor jugador de la historia. Y por otro lado, Nadal no padece  nada, sólo que es un tenista más maduro que guarda su mejor versión para los mejores momentos. No se puede jugar cada punto como si fuera una final, y Nadal juega ahora al tenis así, de menos más, guardando el monstruo que lleva dentro para cuando no queda otra que pasearlo.

Y Federer no está acabado, es absurdo recordarlo. Ayer salió al partido como si tuviera 20 años: enchufado, concentrado, alerta a todo, a sabiendas de que los primeros juegos había que competirlos sin dudas, y esto le permitió ponerse  4-1, sin noticias de Nadal hasta el cuarto juego (3-1), con otro ritmo, como ausente, con bolas a media pista sin fuerza, sólo pendiente de devolver, en ningún caso ocupado en ganar. Con 5-2 apareció el fisioterapeuta de la ATP, que cortó un vendaje del pie del mallorquín, instantes que precedieron a su reacción, porque de allí salió un mejor tenista, más incisivo, más pendiente de cada tanto, buscando entonces las líneas. Llegó hasta el 5-5. Luego Federer se puso 15-30 y volvieron los nervios, que no lo abandonarían hasta el final del set, que cayó del lado del español.

En el segundo, las cosas fueron contrarias: Federer estuvo ausente hasta el tercer juego, rumiando la derrota en el primer set, midiendo la pertinencia de luchar por el partido o no. Pero a diferencia de otras ocasiones, decidió que sí, y esto nos regaló un partido enorme. El octavo juego (4-4) fue muy luchado. En el noveno, Nadal consigue un break, con extraordinarios puntos finales. Y luego viene la lluvia, cuando Nadal sacaba para ganar el set y con deuce. A la vuelta, tras escasos diez minutos, un Federer sin presión gana el juego ante un Nadal conservador y dubitativo. Luego, cada uno mantiene su saque y llegamos al tiebreak, donde un Nadal muy superior, con passingshots de los suyos, gana el desempate.

El tercer set nos mostró al Federer genial, sin presión, que pudo jugar con gran calidad, desatado, agresivo, con sus movimientos de gacela, aproximaciones medidas a la red, ante un Nadal muy calculador, vislumbrando el final que el guión tenía escrito, pero que parecía impredecible, porque cualquier cosa podía pasar. Ganó Federer el cuarto set por 7-5. Y hasta ahí llegó. Porque el último fue para Nadal por 6-1. Podía haber ocurrido otra cosa, como que Federer hubiera continuado con su nivel del tercer set, o que, al menos, hubiera disputado mejor la última manga. Pero entonces no sería el tenista inteligente que es: su alto nivel competitivo durante el partido, sólo le había permitido obtener un set; por tanto, para ganar los dos que restaban, debía jugar perfecto durante una hora y media más, como mínimo, y eso sin contar con que Nadal pudiera mejorar aún más. Era inteligente no ofrecer más resistencia que la que dicta la dignidad. Y eso ocurrió. Los espectadores presentes creyeron en un final más disputado y por eso vibraron con el suizo, pero cuando llegó la hora de aplaudir al español, lo hicieron reconociendo en este deportista a una leyenda de Roland Garros que el año que viene volverá al torneo con 25 años, para continuar escribiendo su dorada historia desde la humildad y el silencio. Todos sabemos que lo que hace Nadal es inigualable. Se nos agotan las palabras para expresar su grandeza. Pero lo más extraordinario, es que está a mitad de camino. Borg, el legendario tenista sueco, hizo lo mismo que Nadal con su misma edad y, superado, se retiró. No nos dejes, Nadal.

Djokovich, el fantasma de Nadal. Nueva victoria del jugador serbio.

El  momento de Djokovich es descomunal. Su cirugía a la hora de jugar al tenis actualmente es de una precisión al alcance de nadie. Todos esperamos que baje de los cielos y vuelva a hacerse humano (sobre todo, los partidarios de Nadal), pero entretanto, poco hay que hacer. Sólo Murray dio con alguna solución en forma de cambios de trayectoria de la bola constantes, cambios de ritmo, primer saque efectivo, puntos interminables…; y ni aún así pudo.  Por otro lado, Nadal es muy grande, y lo que lleva hecho a estas alturas del curso es de número uno.

Sin embargo, vayamos al partido, que es una realidad concreta, analizable de forma aislada. El encuentro comenzó con la atmósfera de las grandes citas, con una grada alineada a favor de uno u otro contendiente (mayoría a favor de J., aunque Nadal aquí tiene seguidores fieles). Los dos jugadores comenzaron muy pendientes de no descentrarse en los primeros juegos, sin arriesgar, jugando puntos muy largos, sin hacer nada fuera del guión. A la altura del3 a3, comenzaron ya a aparecer gestos de rabia y de victoria por ambos lados, conscientes de que el partido también había que ganarlo en la puesta en escena. Y a la que el partido se ensucia algo, sale el genio de J. Una contradiagonal físicamente imposible en el 7º juego, desató al jugador serbio, quien  en el 9º  juego rompió el servicio de Nadal tras una racha de golpes de calidad, que aventuraban que el partido se jugaría muy cerca de las líneas: quien mejor llegara a ellas sin pasarse, lo ganaría. Pero Nadal nunca acudió a esa cita.

Tras la rotura de servicio, J. cedió en intensidad y Nadal lo aprovechó para devolverle el break. En un acto de arrogancia, el serbio volvió a romperle el servicio a Nadal y remató el set con un punto mayúsculo. Si la esperanza de victoria de Nadal pasaba por ganar el primer set, tras perderlo, era el momento de dimitir. Pero Nadal no lo hizo.

En el segundo set, vimos una copia del primero, pero la intensidad se vivió desde el primer juego, sobre todo tras la rotura de servicio de Nole, quien se puso con 2-0. Y  los errores que llevaron a Nadal a perder el primero, se acentuaron, como si el destino del jugador español fuera inevitable. Nadal recuperó enseguida su servicio y empató a 2. Luego, Nadal nunca amenazó el servicio del serbio en este segundo set, y cuando tuvo 15/30 en varias ocasiones, las desperdició con un juego conservador, con fallitos irritantes, más propio todo de un jugador con miedo que del actual número 1. No soltó la derecha como en otros partidos, síntoma definitivo de que su cabeza no estaba para los momentos de angustia. Todo lo contrario que su oponente, que jugó mejor cuanto más exigente se puso el partido. Cuando tuvo que romper el servicio de Nadal, en el décimo juego, lo hizo: primero, se puso con 0/40. Desperdició las tres bolas de partido. Pero lejos de acusar este golpe, se rehizo, y a la segunda ventaja, ganó.

Nadal necesita su mejor versión para hacer frente a este increíble tenista. Desde luego, necesita la agresividad que muestra cuando juega en superficie dura. No nos puede mostrar al Nadal ultadefensivo,  que corre tras la pelota por el fondo de la pista, alejado de la fiesta del tenis que le propone su oponente, más metido enla pista. Jugaronmuchos puntos en diagonal, pero lo cierto era que, de seguir dibujando líneas imposibles con la regla, sería el serbio el que trazaría la diagonal milagrosa. No es comprensible que Nadal desdeñe la iniciativa del punto al resto colocándose (incluido ante el segundo saque) tan lejos de la línea de fondo. El mejor Nadal necesita de estos pequeños detalles para aspirar a ganar a Nole; además de que éste se haga humano.

 

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