Nadal cae ante su fantasma

Nadal  está en todas las finales de este año: qué grande. Pero su oponente siempre es el mismo (salvo en Roland Garrós, Montecarlo y Barcelona) y cuando se lo encuentra delante, acaba siendo derrotado. Esa visión persistente del contrario debe convertirse en una imagen fija en su cerebro, muy clara, difícil de espantar. Y llegará  a su mano cuando deba ejecutar algunos puntos de su partido. La clave de esta final de Wimbledon es que Djokovich, que  no duda nunca,  tampoco lo hizo hoy con Nadal. Sabe que va a ganar, porque ve a su contrario hacer todo, probar diversas opciones, y el punto (sobre todo los claves) siempre cae de su lado. Lo peor de todo para Nadal, es que Nole lo ha copiado, le está ganando con la mejor versión de Nadal. Nadal contra Nadal y gana Djokovich.

Nadal  muta en cada superficie buscando lo mejor de sí mismo. Y lo encuentra. Ha jugado Wimbledon como si este torneo fuera un deporte y Roland Garrós otro, con apenas tres semanas de distancia. En París jugó como siempre, con largos puntos, agotando al contrario y picando con crueldad donde encuentra su fragilidad, enfangado en el polvo de ladrillo como un albañil en plena faena; en Londres desboca su tenis, lo hace más agresivo e imprevisible, sube a la red con valentía, se pasea por el césped como un señor vestido de blanco en una tarde de domingo. Y así empezó la final: muy agresivo, soltando su derecha con acierto, con buen servicio, ganando sus juegos con facilidad y presentando cierta oposición cuando su contrario sacaba. Sólo dos cosas no cuadraban: más errores no forzados que su rival (no demasiados) y una mirada de honda concentración de Nole, que reflejaba nervios y momento único. De pronto, aparece el escenario en el que ha crecido este enorme tenista que es Djokovich: Golpea todo desde todos los ángulos, corre, apoya y dispara, corta bolas, esmacha bien, dibuja golpes de fantasía; e invita a Nadal a su espectáculo, quien lejos de estorbarle, incluso le ayuda llevando siempre la bola hasta su posición sin provocar en Nole corrección alguna de sus pies, con lo que la perfección de su tenis aumenta hasta hacerse inalcanzable. Así consiguió romper el saque de Nadal en el décimo juego (6-4, con dos segundos saques de nadal en los puntos decisivos y una última bola que Nadal se juega y que se queda en la red) y así creó un segundo set maravilloso, pleno de aciertos, con lección de tenis incluida, corriendo como Nadal, sacando con estilo, variación y colocación, con alguna volea estilo Federer, con la derecha de Soderling… El tenista perfecto. La tormenta que cayó sobre Nadal, ahogado ante el tenis que derramó el serbio en la central del All England Club.

En el tercero, Djokovich descansó y se preparó para la ansiedad que vendría, sabedor de que ya había ganado la final, pero sólo faltaba reganarla eso que es tan difícil y que sólo está al alcance de unos pocos. Dio un paso atrás en la intensidad de su tenis, Nadal ocupó entonces ese espacio, físico y mental, y creyó en sus posibilidades después de devolver el 6-1 del segundo set. El cuarto empezó bien, pero cuando le tocó apretar a Nole, para hacerle dudar, cedió su juego (2-0). Para gozo del público londinense que tanto lo idolotra, igualó a 3. Pero ahí se quedó. Obligado a apretar, acelerando siempre la pelota, con el riesgo pegado a su empuñadura, sin el recurso del peloteo que siempre caía del lado de Nole y fallando ahora primeros servicios, Djokovich dejó que Nadal perdiera el partido, primero arrebatándole el servicio en el 8º (4-3) y luego sirviendo con precaución y finura, dejando fluir sus nervios, permitiendo los errores de ansiedad de su rival.

No habrá explicación para la derrota en las estadísticas: hasta sacan igual en velocidad y en acierto, 15 errores no forzados de Rafa por 12 de Nole, 21 golpes ganadores de Rafa por 27 de Nole. No es aquí donde está el problema. Rafa no gana porque hay alguien que es mejor; y lo único que lo hará menos bueno es que dude, ya se sabe. Y Rafa no lo hace dudar. Rafa hace a Djokovich más grande, más perfecto, más completo, porque Rafa es muy bueno, pero Nole le gana con calma, sin violentarse, sin épicas, con tenis, con pies, con golpes sutiles y otros virulentos, sacando con estilo e imaginación, volando por la pista, desplazándose en el fondo con fuerza y agilidad. Cuando Nole vuelva a la normalidad, veremos partidos igualados; hasta entonces, disfrutemos de lo que Rafa nos regala cada vez que empieza un torneo.

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